14 de septiembre de 1983 fallece el ingeniero Víctor Cremaschi. El hombre y mito de la vitivinicultura alvearense.

Nació en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, en 1899. la familia Cremaschi vivía por aquellos días, los beneficios que el modelo agro exportador de inicios de siglo XX, brindaba hacia algunos sectores sociales del país, más que nada los ligados a propietarios terratenientes de la pampa húmeda, entre los que se contaba esta familia de inmigrantes.
La zona de Chivilcoy desde mediados del siglo XIX, comenzaba a vivir una transformación sustancial en base a convertirse en epicentro de la llegada de los primeros colonos europeos al país, recordada es la frase que hace Domingo Faustino Sarmiento siendo presidente: ¡»Haré cien Chivilcoy!, el propio Sarmiento proponía a la ciudad de Chivilcoy como modelo de colonia a implantarse en todas esas amplias planicies desiertas y ricas. Además de imponer a Manuel Villarino, la traza del pueblo, tomando como idea la estadounidense Baltimore en el trazado urbano, y rodeada la ciudad por un extenso anillo de chacras, el cual no perduró.
Este espíritu pionero hizo mella en muchos de los habitantes de esta localidad del norte bonaerense, entre ellos los Cremaschi, quienes por el año 1912 adquieren una propiedad en el sur de Mendoza, en las áridas tierras de la joven colonia agrícola de General Alvear. En ese momento Víctor Manuel, era apenas un niño que estaba cursando sus estudios primarios en Chivilcoy.
Aquel joven inquieto descendiente de inmigrantes nobles italianos, conoce General Alvear, entrando en sus años de adolescencia, con quince años. El mismo rememora ese momento, como un encanto inicial, tipo de un amor de juventud, con nuestra tierra, de la cual ya nunca se podría despegar.
Los Cremaschi, como una buena parte de los inmigrantes italianos que llegaban al terruño alvearense, comienzan a implantar vides y rápidamente industrializan sus vinos en una pequeña bodega. Don Víctor, mientras realiza sus estudios secundarios, no dejara verano ni fecha libre en sus estudios, para viajar a su amor mendocino, General Alvear.
Poco a poco se va adentrando en el conocimiento amplio de toda la industria vitivinícola, desde procesos menores de trabajos agrícolas hasta sistemas complejos de comercio de este producto, lo que lo va convirtiendo en un avezado hombre entendido en la vitivinicultura.
A la par se despierta en él, una pasión superadora por los mitos del mundo antiguo y la lectura de tratados arqueológicos, algo que en aquel momento vivía sus años de boga, tengamos en cuenta los descubrimientos que año a año se iban registrando en el Valle de los Reyes en Egipto, lo que había suscitado un singular interés mundial, interés al que no le fue ajeno aquel Víctor Cremaschi veinteañero.
Esa pasión por la combinación de lo arqueológico con lo místico, lo llevo, siendo un estudiante recién ingresado a la carrera de ingeniería civil, a registrar una marca bajo la denominación comercial de «Vinos Faraón», la cual sería emblema de la industria familiar y de la vitivinicultura alvearense en el mundo.
En 1925 fallece su padre, y Víctor debe hacerse cargo del modesto establecimiento vitivinícola familiar, el cual vendía, por aquellos años sus vinos en cascos, y comenzar a perfeccionarse en la enología. Junto a la siempre fiel compañía de su madre, doña Antonieta Cremaschi de Cremaschi, quien era la energía de aquella familia y del emprendimiento familiar, van a imponerse como objetivo convertir su pequeña bodega en puntal de la actividad en la zona.
Como primera medida, y en base a conocimientos propios, amplia la capacidad de producción y almacenamiento y comienza a elaborar y fraccionar sus propios vinos todos bajo una misma denominación, su propia marca, «Vinos Faraón». Los resultados los comienza a ver poco a poco, lo que lo va a llevar a realizar una sociedad con otro poderoso precursor de la vitivinicultura alvearense, don Fabio Roscio. Esta conjunción de dos importantes impulsores de la economía regional posibilitó importar de Francia un equipo concentrador de mostos, algo totalmente innovador para el sur mendocino, y así comenzar a elaborar jugos de uva a escala industrial, bajo la denominación comercial de «Vitaluva».
Don Víctor era pura revolución en estado puro, inquieto su camino de cambios recién comenzaba, veía que el sistema de elaboración de vinos era vetusto y poco sistemático. No respondía a preceptos ni fenológicos ni comerciales, por lo que al crecimiento de sus míticas marcas como la ya referida «Faraón», se sumaban «Ganar Amigos» y «Ramsés», iba diseñando una nueva modalidad de producción de caldos vínicos.
Años de estudio denodado y responsable en la búsqueda de nuevos sistemas, se van a ver coronados un 9 de abril de 1948, cuando se pondrá en marcha, desde General Alvear y para el mundo, la «Primera Cuba de Fermentación Continua», el llamado «Procedimiento Cremaschi». Inmediatamente significó una revolución en la industria enológica de todo el mundo, era la muestra culmine del momento de pujanza y el sustancial cambio cuantitativo y cualitativo que vivía nuestro departamento por aquellos años, era un poco la meca en muchos sentidos y la puesta en marcha de este procedimiento lo ponía en el interés mundial.
Cremaschi innovó el procedimiento continuo de fermentación, técnica que fue bautizada con su nombre, y que evolucionó la forma de producción de vinos en todo el mundo.
El método de don Víctor básicamente buscaba resolver una de las problemáticas más acuciantes por aquel tiempo en la industria vitivinícola, los incidentes que en buena parte de los casos provocaban muertes entre los operarios. Esto preocupaba a todo el mundo bodeguero mundial. El ingeniero Víctor Cremaschi, fiel a sus principios y valores, comenzó a trabajar para tratar de evitar se produjeran esos incidentes fatales y así hacer más eficiente el sistema de elaboración.
Entonces la primera preguntaba que se plantea es: ¿por qué un hombre debía introducirse en una cuba para extraer el orujo de la uva tras la fermentación?, ¿Por qué debía una persona hacer peligrar su vida entrando en la cuba?, ¿Cómo no encontrar un procedimiento que evitara que el gas carbónico, el calor y otras emanaciones alcohólicas produjera tantas muertes por año?
Investigador insaciable y terco en buena parte, se dedicó a estudiar y experimentar, horas tras horas, hasta dar con un procedimiento que solucionara este grave problema de la industria y que no sólo se utilizó en General Alvear, sino también en la provincia, el país y aún más, produjo una revolución en la industria del vino a escala mundial.
Con la presentación de su sistema, en abril de 1941 se abrió el camino para solucionar el problema:” en ese año en la Bodega Faraón se idea un tipo de envase de fondo tronco cónico soportado sobre columnas, en cuyo fondo sendas puertas descargan por gravedad los orujos directamente a las jaulas de las prensas”. Fuente: Revista La voz del Sur. 1953.
Otra innovación del ingeniero Victor Cremaschi fueron las vasijas de descube automático, lo que consistía en una vasija cónica construida en cemento armado sobre columnas, lo que permitía el traslado de canastos de prensa sobre rieles. Lo que facilitaba la extracción de orujos en forma rápida.
A esto se sumaba un nuevo sistema de pasteurización y sus trabajos sobre termovinificación, todos nacidos de su enorme creatividad y espíritu de innovación constante.
Lo cierto es que los métodos de don Víctor abrieron al mundo nuevas posibilidades, las que aún hoy en día siguen siendo estudiadas y son base de numerosas aplicaciones en el mundo de la enología.
Cremaschi no abandonó nunca su pasión por la cultura egipcia, e ideó la estética de su bodega con motivos arquitectónicos inspirados de aquella antigua civilización. En una de las cavas, se pueden apreciar jeroglíficos cuya traducción narra: “Es una tierra hermosa, Atuel es su nombre. Producía higos y uvas. El vino era allí más abundante que el agua”. Sobre la entrada de la bodega, la escultura del faraón, la cual fue creada por el gran escultor sanjuanino Mariano Pagés, se observa la labor diaria de los empleados. Su nariz fue moldeada según réplica humana del Ingeniero Cremaschi, y algunos se atreven a afirmar que es el mismo Cremaschi representándose asimismo como la figura de un antiguo rey egipcio.
Detrás de esta espectacular obra, están los jeroglíficos escritos por el Dr. Abraham Rosenwasser, un conocido egiptólogo que rezan: “el río que riega estas tierras con sus aguas siempre abundantes y ricas, puras que vienen de la montaña son para regar los viñedos de donde sale este gran vino de esta bodega de la zona de General Alvear”, (párrafo extracto de, la» Revista El Abasto»). La figura es de 2,8 metros y el muro de unos 5 metros de alto por 8 metros de ancho, con piso de granito.
Otro hito cultural que el multifacético Víctor Cremaschi realizó en su bodega es un mural que recrea a la Vendimia, el encargado de su concreción fue el eximio pintor de Tunuyán Carlos Alonso, el cual, por el año 1952, el cual siendo un joven artista fue invitado por aquel transgresor ingeniero, que adoptó General Alvear, como su tierra, para convertir a su empresa no solo en un edificio fabril sino en la conjunción de cultura y economía.
Hombre modesto, y de ambiciones económicas muy sencillas, paso su vida viviendo en el mismo terreno de la bodega, quizás como celoso guardián de su mayor logro de vida. Y cada nuevo descubrimiento era totalmente solventado con sus propios recursos y hasta supo otorgar algunas ayudas a pequeños elaboradores con la condición de aplicar sus técnicas en sus pequeñas bodegas.
Fue presidente del Centro de Bodegueros, Presidente de Directorio de la «Destilería La Sureña», aun es recordada con que sorpresa y gestos de humildad recibió el reconocimiento que, en su momento, le supo dar el pueblo de General Alvear, la Cámara de Comercio local y el Centro de Enólogos de General Alvear como figura máxima del rubro.
Falleció un 14 de septiembre de 1983, en su bodega donde vivió la pasión de su vida, y pidió al momento de morir, ser enterrado en su tierra, General Alvear. Los restos mortales de Cremaschi, descansan en el cementerio local. Allí fue depositado dentro de un mausoleo fiel a sus principios estéticos.
Fuente: Crónicas Departamentales / A.C.