La Asociación para la Protección Integral del Discapacitado (APID), un espacio que lucha por los derechos y la dignidad de las personas con capacidades diferentes, cumplió treinta años de incansable labor en busca de la mejora de la calidad de vida de estas personas y atraviesa uno de sus mejores momentos con proyectos auspiciosos y el reconocimiento de la comunidad de General Alvear.

 

El 3 de mayo de 1985 un grupo de vecinos del departamento firmó el acta inaugural para formar los talleres Protegidos en la órbita de APID. El 10 de mayo, en la primera reunión, quedó nombrada la primera presidenta Norma Cecilia Boeto. El objetivo principal de la institución fue “nuclear a las personas con discapacidad de la zona ofreciéndoles formación laboral, atención psicofísica y recreación”.

 

El primer lugar de atención fue el hospital del departamento sureño, pasando por otros espacios alquilados hasta poder efectuar la compra del inmueble propio ubicado actualmente en calle Mitre al 30. El financiamiento corre por cuenta de las obras sociales de los beneficiarios y los aportes de los socios. Las terapias que se brindan son kinesiología, fonoaudiología, psicopedagogía, atención de la memoria, psicología, medicina clínica y trabajo social.

 

“Comencé a tener contacto hace 27 años cuando nació mi hijo Gastón. En 2014 empezamos a acercarnos con Susana porque vimos que APID necesitaba un cambio, la comisión estaba cansada. El 27 de noviembre se realizó una asamblea. Nosotras fuimos con las intenciones de ayudar y terminé siendo elegida como presidenta”, cuenta Alba Nicolau de Naldini, actual titular de la institución.

 

En este primer año de gestión han conformado una comisión heterogénea y con amplia vocación de trabajo. “Nos encontramos con un hermoso grupo de profesionales que dictan varios talleres y que capacitan para la vida diaria porque las personas con discapacidad también quieren trabajar para vivir dignamente”, dice con firmeza Susana Aguilar, quien es tesorera de APID.

 

Por la mañana, la institución es Centro de Día con talleres de folclore, educación física, manualidades, artesanías, comunicación, sociabilización, kung fu y teatro. Por la tarde, es centro terapéutico donde se ofrecen las terapias requeridas a partir de los 4 años.

 

Tanto a Susana como a Alba las une una historia en común que transformó para siempre sus vidas y las de sus familias. Tienen un hijo con discapacidad. Solamente desde ese lugar se puede comprender el trabajo incansable que realizan junto a todo su equipo de trabajo en APID.

 

“Estamos pensando, junto con docentes de la Escuela Araneo y el INTA, el desarrollo de un vivero. El señor Belver nos presta un predio para poder poner en pie el vivero y a partir de allí producir plantines de excelencia para que, en un futuro cercano, salgan a la venta. Porque todos necesitamos tener un proyecto de vida, ésa es la idea: que cada una de las personas con discapacidad construya una trayectoria personal”, cierra Susana.

FUENTE: LosAndes