El 14 de junio de 1982 finalizó la guerra de las Malvinas, que dejó 649 argentinos, 255 británicos y tres isleños muertos, además de muchas heridas abiertas.

Argentina reclama la soberanía de las Malvinas desde 1833 y se enfrentó en una guerra con el Reino Unido en 1982 después de que la Junta militar que gobernaba a Argentina de facto resolviera un desembarco en las islas el 2 de abril de ese año, un conflicto que terminó dos meses después con la rendición argentina.

74 días de conflicto, sangre derramada, vidas de soldados perdidas, algunos con apenas 18 o 19 años de edad, que fueron héroes de una guerra que quizás ni siquiera llegaron a entender.

La Guerra de Malvinas no sólo dejó un importante número de muertos, la mayoría jóvenes e inexpertos conscriptos, sino la evidencia de la cobardía de gran parte de la comandancia de las Fuerzas Armadas argentinas, que fue capaz de ordenar torturas y castigos severísimos a los soldados, aun en las condiciones sumamente adversas en las que se encontraban.

El problema fue lo que vino después: una sociedad que miró para otro lado y un gobierno que los ocultó, que no recordó a los que murieron ni contuvo a los que volvieron. La maldita «desmalvinización», que se cobró la vida de alrededor de 500 soldados más.

Una fecha más para seguir reafirmando la soberanía argentina, no solo en las islas, sino a lo largo y a lo ancho del país, desde Ushuaia a La Quiaca y desde Los Andes al Río de La Plata.

A.C. (Redacción F.M. Viñas).